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jueves, 29 de diciembre de 2016
Impromptu de Ohio, de Samuel Beckett.
[Escrita
en inglés en 1981 y estrenada en el Stadium II Theatre, en
colaboración con la State University de Ohio, el 9 de mayo del mismo
año, bajo la dirección de Alan Schneider, e interpretada por David
Warrilow (L) y Rand Mitchel (O). Primera edición: Londres, 1982.
Versión francesa del autor: París, 1982.]
O: el
oyente.
L: el
lector.
Tan
similares en apariencia como sea posible.
Luz
sobre la mesa en el centro del escenario. El resto de la escena en
oscuridad.
Mesa
corriente de madera blanca, de dos metros por uno aproximadamente.
Dos
sillas corrientes sin brazos, de madera blanca.
O sentado
de cara al espectador en la parte más larga a la derecha. La cabeza
inclinada apoyada en la mano derecha. El rostro oculto. La mano
izquierda sobre la mesa. Abrigo largo y negro. Cabellos largos y
blancos.
L sentado
de perfil en el centro de la parte más corta de la mesa, a la
derecha de la audiencia. La cabeza inclinada apoyada en la mano
derecha. La mano izquierda sobre la mesa. Ante él un libro abierto
por las últimas páginas. Abrigo largo y negro. Cabellos largos y
blancos.
En
el centro de la mesa un sombrero de fieltro de ala ancha.
Fundido
de apertura.
Diez
segundos.
L pasa
la hoja.
Pausa.
L
(leyendo):
Queda poco que contar. En un último…
(O golpea
la mesa con la mano izquierda.)
Queda
poco que contar.
(Pausa.
Golpe.)
En
un último intento para sufrir menos dejó el lugar donde habían
estado tanto tiempo juntos y se instaló en una habitación
individual en la orilla opuesta. Desde su única ventana podía ver
el extremo de la corriente descendiente de la Isla de los Cisnes[1].
(Pausa.)
Para
sufrir menos se había orientado hacia lo desconocido. La habitación
desconocida. El escenario desconocido. Salir hacia donde nunca nada
se compartió. Regresar hacia donde nunca nada se compartió. En esto
había puesto alguna esperanza de que un menor sufrimiento pudiera
ser alcanzado.
(Pausa.)
Día
tras día podía vérsele paseando despacio el islote. Hora tras
hora. En su largo abrigo negro sin importar cómo estuviera el tiempo
con su anticuado sombrero del Barrio Latino. En la punta se solía
parar y se entretenía con el fluir de la corriente. Cómo en felices
remolinos sus dos brazos confluían y fluían unidos de ahí en
adelante. Entonces media vuelta y a paso lento regresaba.
(Pausa.)
En
sus sueños…
(Golpe.)
Entonces
media vuelta y a paso lento regresaba.
(Pausa.
Golpe.)
En
sus sueños había sido prevenido contra este cambio. Había visto el
rostro amado y escuchado las palabras no dichas, Permanece donde
estuvimos juntos solos tanto tiempo, mi sombra te consolará.
(Pausa.)
¿Acaso
no podía…
(Golpe.)
Había
visto el rostro amado y escuchado las palabras no dichas, Permanece
donde estuvimos juntos solos tanto tiempo, mi sombra te consolará.
(Pausa.
Golpe.)
¿Acaso
no podía volver ahora atrás? Reconocer su error y volver donde una
vez estuvieron juntos solos tanto tiempo. Juntos solos tanto
compartieron. No. Lo que había hecho solo no podía ser deshecho.
Nada de lo que había hecho podía jamás ser deshecho. Por él solo.
(Pausa.)
Llegado
a este punto su viejo terror a la noche se apoderó de nuevo de él.
Tanto tiempo después como si nunca hubiera existido. (Pausa.
Mira más cerca.) Sí, tanto
tiempo después como si nunca hubiera existido. Ahora con redoblada
fuerza los temidos síntomas descritos extensamente página cuarenta
párrafo cuatro. (Empieza
a pasar atrás las páginas. Es interrumpido por la mano izquierda
de O.
Retoma la página abandonada.)
Noches en blanco su ración de ahora en adelante. Como cuando su
corazón era joven. Sin dormir sin aventurarse a dormir hasta la…
(pasa
la hoja) llegada del alba.
(Pausa.)
Queda
poco que contar. Una noche…
(Golpe.)
Queda
poco que contar.
(Pausa.
Golpe.)
Una
noche sentado el cuerpo entero temblando la cabeza en las manos
apareció ante él un hombre y dijo, He sido enviado por –y aquí
pronunció el nombre amado– con el propósito de consolarte.
Entonces sacando un viejo volumen del bolsillo de su largo abrigo
negro se sentó y leyó hasta las primeras luces. Luego desapareció
sin una palabra.
(Pausa.)
Tiempo
después apareció de nuevo a la misma hora con el mismo volumen y
esta vez sin preámbulo se sentó y lo releyó durante toda la larga
noche. Luego desapareció sin una palabra.
(Pausa.)
Así
de vez en cuando de improviso reaparecía para releer completa la
triste historia durante toda la larga noche. Luego desaparecía sin
una palabra.
(Pausa.)
Sin
que fuera nunca intercambiada una palabra terminaron siendo como uno
solo.
(Pausa.)
Hasta
que por fin llegó la noche cuando habiendo cerrado el libro tocando
el alba no desapareció sino que permaneció sentado sin una palabra.
(Pausa.)
Finalmente
dijo, Me ha comunicado –y aquí pronunció el nombre amado– que
no vuelva más. Vi el rostro amado y escuché las palabras no dichas,
No hay necesidad de volver de nuevo con él, incluso aunque estuviera
en tu poder.
(Pausa.)
Así
la triste…
(Golpe.)
Vi
el rostro amado y escuché las palabras no dichas, No hay necesidad
de volver de nuevo con él, incluso aunque estuviera en tu poder.
(Pausa.
Golpe.)
Así
la triste historia una vez contada por última vez permanecieron
sentados como convertidos en piedra. A través de la única ventana
el amanecer no esparció luz alguna. Desde la calle ningún sonido de
resurrección. ¿O fue que sumidos en quién sabe qué pensamientos
no prestaron atención? Hasta la luz del día. Al sonido de
resurrección. Qué pensamientos quién sabe. Pensamientos, no, no
pensamientos. Abismos de consciencia. Sumidos en quién sabe qué
abismos de consciencia. De inconsciencia. Hasta donde ninguna luz
puede alcanzar. Ningún sonido. Así sentados como convertidos en
piedra. La triste historia contada por última vez.
(Pausa.)
No
queda nada que contar.
(Pausa.
L empieza
a cerrar el libro.
Golpe.
El libro queda a medio cerrar.)
No
queda nada que contar.
(Pausa.
L cierra
el libro.
Golpe.
Silencio.
Cinco segundos.
Descienden
simultáneamente sus manos derechas sobre la mesa, levantan sus
cabezas y se miran el uno al otro. Sin pestañear. Inexpresivas.
Diez
segundos.
Fundido
en negro.)
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